La próxima vez que salgas al mundo, puedes probar esta práctica: dirigir tu atención a la gente -en sus coches, en la acera, hablando por el móvil- y desear que todos sean felices y estén bien.
Sin saber nada de ellos, pueden llegar a ser muy reales, al considerar a cada uno de ellos personalmente y alegrarte de las comodidades y los placeres que les llegan. Cada uno de nosotros tiene este punto débil: una capacidad de amor y ternura.